¿Te gusta conducir?

Teje la araña.
Espera.

Ha colgado los hilos de su red sobre

l a t r a n s p a r e n c i a d e l e s p a c i o

Cuando palpite el centro de la diana disparará su dardo. Envolverá a su presa. Aún viva, consumirá los últimos latidos agitando unas alas que saben que no tienen destino.

Tejen su vida Corren Van colgados

The Killers ​ a tope
Beben Fuman Vuelan ciento veinte caballos aspiran rayas blancas sobre una carretera

Desconocen que en esa transparencia del espacio hay una red tendida esperando que el centro de su diana, a punto, se dispare.

El dardo nunca ignora su destino. En su aguja reside la certeza.

HAY HOMBRES QUE PARECEN UN PAISAJE

 

Hay hombres que parecen un paisaje

cuando cierran la puerta

y se quedan delante de nosotros.

 

Recuerdo muchas veces pupilas amarillas

con rumor de hojas tristes 

pisadas por el turbio zapato de la tarde.

 

Recuerdo las sonrisas cubiertas por la nieve

igual que la pureza,

ese valle que esconde la conjura del barro.

 

Y recuerdo desiertos en la piel,

el bosque vigilante con búhos en los hombros,

silencios que parecen una ciudad cansada,

escaleras y manos que sostienen

el licor tembloroso de la noche.

 

Hay hombres aeropuerto,

hombres de luna con tejado, hombres

que llegan de la selva y buscan rascacielos

y son como minutos en un reloj de arena.

 

Así que cuando vuelvo solitario a mi casa,

y me recibe el mar en mis ojos castaños,

el mar azul y libre

con espuma de agosto en el espejo,

agradezco a la vida 

la ocasión que me ha dado de mirarte.

 

Estás en mí como un paisaje mío.

Me acompañan tus olas y tus barcos.

 

Luis García Montero, Un invierno propio, Visor, 2011

‘Jamás será feliz quien no ha llorado’

EL POETA MUSLIH SAADI INTERCAMBIA OPINIONES SOBRE LA FELICIDAD CON UN GRUPO DE MENDIGOS SUFIES SUPERVIVIENTES DE LA INVASION MONGOL EN PERSIA (JARDIN DE BAG-E FIRUZI. SHIRAZ, 1257)

El hombre reconoce únicamente su felicidad en la medida 

de la desgracia que haya experimentado (Muslih Saadi)

                              

Jamás será feliz quien no ha llorado,

quien no ha perdido el mar o acaso un puerto,

quien no ha tocado un cuerpo despidiéndose,

quien no ha saboreado la  derrota.

 

Jamás será feliz quien no ha medido

la luz de su tristeza

en su esperanza.